lunes, 15 de septiembre de 2008

Dos meses

El tiempo, menudo juguete escacharrado. Por más que ajusto tus tuercas no andas. Te detienes, inmóvil, te apagas. Pero cuando me doy la vuelta empiezas a correr. Me sobrepasas, no logro atraparte. Quieres correr, y empiezas a volar. Y detrás de ti, como si fueses avión, vas dejando una estela de colores, de imágenes que me pertenecen y sé que nunca olvidaré, por mucho que las abandones atrás.
No me queda más remedio que recogerlas, una a una.

Y es que dos meses no es nada, pero también es mucho tiempo.

Recuerdo cuando llegué a esta ciudad, nueva, diferente. Inquietante. Ya en la primera noche pude sentirme perseguido y observado. Eso no ha cambiado. No creo que cambie.
Añoro la primera noche de fiesta. Inolvidable. El primer amanecer en Copacabana. Y el segundo. Y el tercero.
En mi memoria queda cuando la pequeña Noelia me llamó desesperada, sobrecogida por las desgracias de este mundo. Creo que ya no es tan pequeña.
Nunca olvidaré cuando recibí mi bicicleta, como si fuese niño de 12 años. Ir con ella esa misma tarde. A lugares escondidos. Entre rocas, en el mar. Y ser apuntado por primera vez con un arma. Y es que con ella he podido ver bastantes historias, ¿verdad corazón? Recorrimos Lagoa mil y una veces. Subimos cuestas endiabladas con la única satisfacción de, en la bajada, recibir el viento; frio, en nuestra contra. Surcar acantilados y, ya sin aliento inhalar de nuevo el puro oxígeno marino. Sentado al filo del mar. Inmenso, azul, brillante. Impasible. Y poder mirar al infinito, donde el mar se pierde, donde el viejo mundo se encuentra.
Parece que fue ayer cuando organizamos la primera fiesta de cumpleaños. Luz tenue. Música latina. Felicidad.

Muchas cosas han acontecido. Otras quedan por acontecer. Y creo que nunca podré olvidarlas.
Las estoy guardando todas, como coleccionista de sueños. He creado, con ayuda del cielo, una cajita hecha de estrellas. Que al abrirse rechine oxidada infinidad de ritmos acompasados por mis recuerdos y mis fantasías. Que me deje ver todo lo vivido y, con ayuda de una manecilla blanca, dar cuerda a mi tiempo. Poder viajar en el tiempo, ver mis sueños. Del pasado. Del presente. Del futuro. Saber con qué soñaré mañana.
Es una pena que la cajita sea de estrellas. Todas tan pequeñas. Tan huidizas. Nunca podré contar todos mis sueños. Siempre, el más pequeño, se me escapará. Y es que todas las noches igual; a tí nunca logro atraparte.

Queda bien poco para mi cumpleaños. Aquí en Río. Tan lejos de mi ciudad natal. Rodeado de nuevos amigos. Recurro a mi cajita de sorpresas para saber qué acontecerá. Pero la he perdido. Qué cabrona. Se esconde cuando más la necesito. Tendré que reinventar mis propios sueños. Deberé soñarte a ti. A todos.
Soñar, con mis sueños.

1 comentario:

Anónimo dijo...

estas hecho un poeta crack!!
te podras qejar de como te lo tienes q estar pasando golfo!!
vienes para navidades o algo!?
weno tio! q nos vemos! pasatelo muy bien x ahi!!!